En días pasados se anunció que se construirá un teleférico en Morelia, con la finalidad de mejorar la movilidad en la ciudad, además, señalan que será un atractivo turístico más. Sin duda que el tema resulta polémico, y más después de observar el proceso de construcción en la ciudad de Uruapan. Sin embargo, como la mayoría de las cosas en la vida, no puede reducirse a blanco y negro, ni a un sí o no, todo tiene ventajas y desventajas.
Comencemos por considerar a la ciudad como un organismo vivo, a semejanza del cuerpo humano, debe de crecer y desarrollarse en equilibro y de forma integral, sería impensable que se desarrolle sólo de las piernas o un brazo. De igual forma, una ciudad debe mantener equilibrio entre sus componentes y resulta impensable que sólo desarrolle áreas habitacionales sin usos comerciales de servicios e industriales, además de equipamientos de salud y educación para todos los habitantes de las zonas de vivienda.
Bajo este ejemplo, el sistema circulatorio del organismo tiene la función de llevar no sólo sangre a todos los órganos y tejidos, sino que estos reciban suficiente oxígeno y nutrientes, además de hacer posible que eliminen los productos de desecho. De igual forma, las calles, avenidas y todo tipo de vialidades de una ciudad tienen la función de facilitar el acceso a los predios, permitir la circulación de mercancías y personas, albergar la infraestructura para distribución de agua, energía eléctrica, captación de aguas residuales y además posibilitan la circulación del transporte público.
Ahora bien, construir un teleférico, claro que beneficiaría la movilidad de los habitantes de la ciudad, toda vez que se tendría una opción más, adicional al automóvil particular, servicio de taxis, transporte público de camiones o rutas e incluso la bicicleta. La movilidad en Morelia es sumamente deficiente y cara, los tiempos de traslado cotidiano ya se llegan a contabilizar en horas invertidas al día y el monto que se destina al pago de transporte supera por mucho el 30% del ingreso.
Regresando a nuestro ejemplo del cuerpo humano, sería como si el organismo tuviera problemas cardiacos y al paciente se le instalara un marcapasos, claro está que, su corazón volvería a recuperar su el ritmo cardiaco. Sin embargo, esto por sí sólo no bastaría, sería necesaria una serie de acciones relacionadas con el ejercicio, modificar la dieta, erradicar algunos vicios o prácticas poco saludables, asumir nuevos hábitos para disminuir estrés y otras tantas acciones que permitan que la instalación del marcapaso en verdad garantice la circulación de sangre por todo el cuerpo, y lo que es mejor, la prolongación de estos beneficios por el mayor tiempo posible.
El ejemplo anterior pretende ilustrar el hecho de que el teleférico, si bien puede constituir un medio de transporte eficiente, en términos de distancia/tiempo, para lograr su mayor beneficio se requiere vincularlo al resto del sistema, es decir a los demás medios de transporte, vialidades y usos de suelo. De lo contrario será insuficiente y la inversión a realizar no rendirá los beneficios esperados.
Sería interesante que conociéramos cuál es el impacto que se espera generen las estaciones del teleférico en su entorno, más allá de las monumentales torres que se han de construir, hay que dimensionar cuántas personas se espera que acudan a cada estación, supondríamos que se deben integrar paraderos de transporte para que las rutas existentes lleguen ahí a dejar o recoger pasaje.
Sin duda que habrá un impacto en el uso de suelo; basta ver cómo en cualquier calle de una colonia, el paso del transporte público incentiva el uso comercial. Desde esta perspectiva, el dónde se ubicará el acceso y salidas a las estaciones adquiere suma relevancia.
La eficiencia y eficacia de cualquier medio de transporte depende de la capacidad que se tenga para integrarse con los demás medios de transporte existente. Los ejemplos son muchos, autobuses que permiten transportar la bici de sus usuarios, el metro en CDMX que permite el acceso con bicicleta, las enormes terminales de microbuses en cada estación del metro para movilidad de los usuarios, etc.
Evidentemente, se tiene una gran oportunidad, pero también un enorme reto. Desde una perspectiva técnica, y así debería de ser para la política, se deben visualizar todos los posibles escenarios y actuar en consecuencia, para lograr el de mayores beneficios y menores riesgos o costos. La antigüedad del parque vehicular en camiones del transporte público, unidades sin placa, choferes sin capacitación, anarquía en rutas y frecuencia de traslados, etc., hacen que surjan, entre la ciudadanía, dudas razonables sobre la capacidad administrativa para garantizar el mantenimiento necesario para su buen funcionamiento en el corto, mediano y largo plazo.
Además, no se debe olvidar que, para el caso de Morelia, están implícitas dos corresponsabilidades la del Gobierno del Estado en materia de transporte público y la del H. Ayuntamiento en materia de vialidades y usos de suelo. Esperemos por el bien de todos una correcta coordinación entre ambos.
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