28/06/2025

Exeni

Agencias de noticias

Dunia Aguilera Arroyo

Hace 30 años, 1 de cada 2,500 niños era diagnosticado con autismo. Hoy, es 1 de cada 36. ¿Y qué va a pasar con todos ellos?

Seguimos sin sensibilizarnos. Las escuelas siguen sin ser incluyentes, porque no se trata solo de recibir a un niño y ya. ¿Qué pasará cuando crezcan? ¿Dónde trabajarán si la mayoría de las empresas no los contratan? ¿Dónde vivirán si no hay planes de vivienda asistida? ¿Quién los atenderá si casi no hay médicos especializados en autismo en adultos?

El autismo está cada vez más cerca de todas las familias. Y, aun así, seguimos siendo una sociedad que aparta, que discrimina, que prefiere mirar hacia otro lado.

Royi es luz. Es nobleza, es amor en estado puro. Es un niño hermoso que merece todo lo bueno de la vida. Y, sin embargo, vive en un mundo que no siempre sabe cómo verlo.

El autismo es una barrera invisible. Los niños como Royi quieren estar con otros, y los demás no saben cómo llegar a él. Eso duele. Duele cuando en el parque los niños lo ignoran. Duele cuando quiere jugar, pero su manera de acercarse no encaja en las reglas que nadie le explicó. Duele cuando lo veo reír solo porque no hay nadie más que comparta su risa.

Duele porque mi amor no es suficiente para llenar ese espacio.

Y duele el doble porque nosotras, las mamás de niños con autismo, vivimos en un mundo que tampoco nos ve. No podemos dejarlos sin supervisión. Encontrar a alguien en quien confiar es casi imposible. Dejamos de lado nuestras carreras, nuestros proyectos personales, incluso momentos con nuestros otros hijos, porque no hay otra opción. Y, aun así, nos juzgan. Nos miran como si exageráramos, como si hiciéramos algo mal, como si siempre pudiéramos hacer más.

Hoy, 2 de abril, no quiero que me digan que soy fuerte. No quiero que me llamen heroína.

Quiero que el mundo cambie.

Quiero que el mundo sea amable. Quiero que, la próxima vez que vean a un niño que no encaja, no lo aparten. Quiero que enseñen a sus hijos que la amistad no necesita palabras perfectas ni juegos exactos.

El autismo no es algo que haya que “curar”. Es algo que debemos entender. Porque los niños con autismo no son los que están fallando. Es el mundo el que no los sabe recibir.

Y eso sí podemos cambiarlo.

Mírennos bien por favor, ya que detrás de cada niño con autismo hay una madre sosteniendo el mundo con sus propias manos.

Y no podemos hacerlo solas.

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